Conciertos | Miley Cyrus en el Palau Sant Jordi de Barcelona | No es tan feroz el lobo como lo pintan

Que no os engañen los titulares de hoy destacando una falsa polémica – “Una escandalosa Miley Cyrus ondea la Ikurriña en Barcelona (la bandera vasca) – donde no la hubo: Miley Cyrus cogía literalmente TODO lo que sus fans le lanzaban al escenario y se lo ponía (ositos, gatitos, gafas de los chinos, etcétera, que si le hubiesen lanzado un consolador ella lo hubiese utilizado en ese momento, y si le llegan a lanzar un cartel que pusiera Lydia Lozano Verdadera Reina del Sálvame lo hubiese enseñado con orgullo como si pusiera «#Devolvenos nuestras niñas de Nigeria»), así que Miley cogiendo una bandera que probablemente pensara que fuese de España (cultura media yanki) y la mostrase al público, tiene un valor polémico insignificante en cuanto a que Miley se la pela de donde fuera la bandera o lo que representase. Lo que tendría que haber hecho para estar a la altura de lo que se espera de ella es haberse restregado la bandera por todo el potorro como ya hizo Madonna en su tour de “Girlie Show” (1993) con la bandera puertorriqueña, lo que sí causó un auténtico revuelo nacional en su época.

Esta es la sensación que nos dejó Miley en el concierto ayer en Barcelona, en un Palau Sant Jordi a medio rebosar: una vendedora de humos (de polémicas) que al final es una inocua llamita de nada.

Y es que teníamos la sensación, después de leer todas las noticias que salen casi a diario de los conciertos que va haciendo Miley Cyrus alrededor del globo, que íbamos a ver a una Miley dispuesta a a hacer lo que hiciera falta para dejar huella en nuestras mentes (al menos hasta mañana). En esta ostentosa Era del Pop en el que hay que destacar si no quieres acabar en la fosa común de los cadáveres del Pop, en el que cualquiera te puede robar la Polémica del Día y en el que tanta gente lucha para dar la nota (tanto en la música, como en otros campos, como en la literatura, el arte, o la televisión, con esos concursantes de realities dispuestos a hacer polémicas de cualquier cosa, como Nacho Montes o los guiris pasados de coca y vaselina de “The Only Way Is Essex”, por no hablar de ese campo de minas que es YouTube), Miley ha querido VENDERNOS esa emocionante sensación a la gente, a los posibles compradores de entradas de su gira, de que cualquier cosa impactante puede ocurrir durante el concierto al que asistas: desde burlarse de Selena Gómez con una plantilla de cartón, la típica técnica del manual de la provocación de besarse con cualquiera no importa con quién: con la gente del público, con su propia hermana o con Katy Perry (a la que le dio cierto asquillo, por cierto); simular sexo oral con un pene gigante de goma; llamar a su ex “pedazo de mierda”; dejarse tocar la vagina por sus fans o simular cantar desde su vagina, etcétera. Y es ahí dónde nos sentimos estafados.

«¿Qué… coño… haces?».

Por eso, después de crearnos unas expectativas que consisten en el que el concierto va a ser Sodoma y Gomorra, de que podrías pillar hongos, sífilis o gonorrea solo por asistir, de que el concierto de Miley era el sustituto en Barcelona del Salón Erótico, de que con la entrada a Miley te hacían un descuento en la entrada del Bagdag, de que en el Encore final Miley homenajería a Annabel Chong y se abriría de patas y haría una gang-bang con todos sus fans pasando uno a uno mientras caen del techo hilitos de esmegma cual confettis y que besaría a Aless Gibaja entre el público o a Soraya y de que sería un show que dejaría a Borja, el marido pajillero adicto al sexo de Chiqui, sin ganas de ver una peli porno en muchos años…. nos quedamos desilusionados en este aspecto. Que es básicamente el aspecto más importante que nos quiere vender, tanto ella, como los medios.

«Twerk, twerk, twerk, twerk»

Y por mucho que leáis críticas de la prensa diciendo que el show fue “pornoDisney», provocativo, escandaloso, altamente sexual, polémico, calienta Barcelona, etc., seguramente ya tuvieran todas esas descripciones escritas de antes en una plantilla. Salvo un par de momentos en el que Miley intentó de veras conseguir la provocación (que relataremos más tarde: el momentó orgía con minorías en “#GETITRIGHT” y el momento “cream-pie” con el público), lo demás no es nada que no hayamos visto ya mil veces a diario. Coreografías sugerentes, twerking (que está ya pasado de moda, no creo que eso impacte ya ni a una monja), una mano en la entrepierna, montajes infográficos en la pantalla relacionados con la droga, el LSD o mensajes subliminales sexuales, lengua fuera, decir muchas veces “fuck” como si eso te convirtiera automáticamente en una malota… son cosas que si has visto más de una hora en tu vida cualquier programa de Tele 5 no daría ni para cinco minutos de debate. Y para el público de ayer, que era el 90% pavas quinceañeras espectadoras habituales de “Mujeres y Hombres y Viceversa” y fans de Oriana, un programa donde en horario infantil hay magreos, tocamientos, citas en el jacuzzi, líos de todos con todos, no es algo de lo que se vayan a sorprender. Es más, seguramente la mayoría de niñas que idolatran a Miley sean más cerdas en realidad que ella misma, pero no son una figura pública, que es la diferencia. Y sus padres, presentes la mayoría, no lo saben. Para el crítico medio que vive en una realidad donde aún estamos en los 80, el show fue provocativo. Para todos los que vivimos en este mundo real moderno de las redes sociales y los mensajes sexuales hasta en la sopa, no fue «pornoDisney» si no simplemente el Disney actual.

Y esta es la peor crítica que se le puede hacer a Miley Cyrus, que falle en sus intentos tan pobres y manidos de provocación. Pues es una artista que se ha creado minuciosamente y con voluntad, un historial de provocaciones de índole sexual que es más largo que la lista de exs de Taylor Swift. La carrera de Miley empezó y murió cuando decidió hacer de la polémica una profesión, como Aída Nizar. Porque no podrá mantener el ritmo de polémicas sexuales que el público le demanda, porque a veces se pasará de mucho y otras de poco, pero al final acabará cansando. En sus ansias por convertir cada situación cotidiana del día (a lo Elvisa) en una polémica sexual se ha transformado en un ser grotesco, que hace que Ke$ha parezca limpia y educada, y ha querido vender un tour (y una imagen) que fuese (o aparentase ser) lo más desagradable que nadie pudiera imaginar, más que un sex-tape de Alfonso Díez y la Duquesa de Alba, incluso más que untar las mejillas de Jordi González de Nocilla y quitársela a lametones. Miley podría haber vivido de las rentas de la polémica del vídeo de “Wrecking Ball” y el twerking a Robin Thicke para después aprovechar ese buzz para redirigir su imagen hacia un aspecto más musical o artístico, pero ha sido una ambiciosa de los titulares y en su megalómana sed de controversia se ha ahogado ella misma. Y el público está empezando a pasar de su pelo y está esperando con ansia a la próxima artista inocente del Pop que se zorree y genere controversia (primera norma del Pop: todas las cantantes se zorrean en algún momento de su carrera: Mariah Carey, aunque no lo parezca ahora, antes era Mary Poppins, en serio, buscad fotos y vídeos entre 1990 y 1996), todos los ojos están puestos en Ariana Grande, que poco a poco va rebajándose centímetros de largura en sus faldas y en sus coreografías hay cada vez más movimientos de cadera sensuales. Y de ahí, a otra zorrilla del Pop, en un ciclo de atención del público de muy poco tiempo para cada artista, pues el público (sobre todo el de ahora) se cansa muy rápido de la misma cara.

«Oh, Díos mío, ¿pero qué guarrerías está haciendo Blue Ivy?». La Familia Smith dentro de 15 años.

Miley pensó en una estrategia para vender discos y entradas a los conciertos (y para quitarse de encima su imagen virginal de Hannah Montana), y esa estrategia pasó a ser que la tildasen de la “Verdadera Nueva Madonna” y está intentando lograr su objetivo hasta la extenuación. Todos sabemos cómo Madonna consiguió el título de “Reina del Pop” y cómo consiguió cimentar su status a través de las décadas, gracias a una sucesión de polémicas (la mayoría de ellas de carácter sexual) que conmocionaron a la gente. Claro está que Madonna jugaba con una ventaja esencial y considerable: en esa época, el público era mucho más inocente sexualmente que ahora. A saber: el momento novia virginal restregándose por el suelo de la actuación de “Like A Virgin” de los MTV Video Music Awards de 1984 (Miley Cyrus aún estaba en los testículos de Billy Ray); el vídeo de “Like A Prayer” (1989) que enfureció al Vaticano donde quemaba símbolos cristianos y se enrollaba con un santo negro; simular masturbaciones y otras provocaciones sexuales durante la gira de “Blonde Ambition” (1990) que escandalizaron a la gente de moral recta hasta tal punto que el Papa pidió a sus fieles que no asistiesen a los conciertos (y claro está, eso hizo que fuese más gente); el polémico vídeo semi-erótico (en su momento, ahora lo pasarían en Disney Channel por la mañana) de “Justify My Love” (1990) censurado por la MTV; el libro directamente pornográfico Sex Book (1992) donde enseñaba toda la pelambrera, que obviamente fue supercriticado pero que vendió más de un millón de ejemplares al precio de 50 dólares cada uno en cuestión de días (ka-ching!); el videoclip de “Erotica (1992) donde el acopio de planos y situaciones sexuales era tal que no dejaba nada para la imaginación; pasarse por la entrepierna banderas y pedir «chicos con pollas» durante la gira de “Girlie Show” (1993): masturbarse de verdad en la película “El Cuerpo del Delito” (1993); fumar un puro en directo y decir cantidad de tacos durante una entrevista con David Letterman en 1994 como La Veneno con Pepe Navarro, momento en el cual, viendo que igual era too much y que el tema del sexo, en su persona, ya no impactaba a nadie y su popularidad y sus ventas iban de capa caída, decidió dejar de sexualizarse tanto durante un tiempo; luego ya vino su Etapa Pangea cuando se morreó con Britney Spears (¿quién se acuerda que también se besó con Christina Aguilera?) en los MTV VMA’s del 2003, trató el tema de la Invasión de Irak y la Guerra en su polémico vídeo censurado de “American Life” (2003); se crucificó como Jesucristo durante la gira de “Confessions” (2006); puso de título a su álbum “MDNA” (2012) por una droga de nombre parecido y enseñó una teta en un concierto en Estambul, pero vamos, en su última etapa ya nadie le hace mucho caso, la verdad.

«Ah, ¿qué quieres, polémica?. Pues mira… soy mexicana… este truco me lo aprendí de Tiziano Ferro»

Por eso, el único paso que puede tomar ahora Miley Cyrus para poder engancharse de nuevo comercialmente es hacer un Lucía LaPiedra y de forma casi idéntica: pasar de ser una actriz porno que desayunaba tostadas untadas con lefa a Miriam Sánchez, renovándose. Vamos, como hizo Madonna, así que si sigue copiándole su carrera, es lo que tendrá que hacer dentro de poco.

Porque si al concierto de ayer le quitas los momentos de provocación sexual barata, te quedas con mucho ruido, muchas luces (una exhibición de luces, petardos, marionetas, brilli brillis y colorido) pero poca intensidad al fin y al cabo. A Miley le falta mucho carisma y ser más un animal escénico como Madonna (en su momento) o Beyoncé o Rihanna, que con solamente su presencia corporal, provoca pulsaciones sexuales al público.

«Ciccolina Horsepower»

Hemos dicho que hubieron dos momentos resaltables en este aspecto:

  1. Durante la actuación de “#GETITRIGHT” (uno de nuestros temas favoritos de “Bangerz”) en una cama, se magreó y se besó con Chiqui (aunque fue mucho más light que lo que hizo en el Palafito con su marido) y con un bailarín negro, simulando una orgía con las minorías en la que solo faltaba una china (a nuestra community manager china no la invitaron desgraciadamente) y un heterosexual (por lo de las minorías).
  2. Antes de ello, se pasó como cinco minutos de reloj bebiendo agua de una botella, haciendo gárgaras y escupiendo el agua a los fans del foso. Estos, sorprendentemente, estaban encantados y excitados de que les escupiesen encima, como a Lady Gaga. Fue una simulación de “cream-pie” en el que nos enteramos que a Miley le gusta retener fluidos en la boca para después expulsarlos. Desde luego, hay que ser muy fan de un artista para que te haga tantísima ilusión ser escupido encima por ella varias veces. Es algo que no nos planteamos ni con Mariah Carey orinándonos encima (aunque probablemente su orina sepa a nubes de algodón y mariposas).
Ke$ha bebiéndose el pis de Miley.

Quizás se cortó un poco porque los de la cadena NBC le estaban grabando el show en Barcelona para pasarlo por la tele y por eso estuvo más comedida. No te comportas igual cuando sales con tus amigos en Nochevieja que cuando vas a la cena de Navidad con toda tu familia.

«Así de grande, y me cupo entera»

Por suerte, Miley cuenta con un puñado de temazos que solamente sonar provocan nuestro delirio, y así pudimos vibrar en temas como “We Can’t Stop”, “Wrecking Ball”, “Party In the U.S.A.”, “4×4”, “Do My Thang”, “Can’t Be Tamed”, “#GETITRIGHT”, “Adore You”, “Someone Else” o “Maybe You’re Right” que nos lo dio todo.

Pero también hubo momentos de bajón durante el setlist.

Miley hizo una versión del “Lucy In the Sky With Diamonds” (previsible) de los Beatles, esa aburrida canción sobre el LSD (si Miley dijo que no tomaba cocaína porque era de los 90 y estaba pasado de moda, el LSD son las hombreras de la droga). En ese momento, true story, mucha gente aprovechó para levantarse e irse a mear, comprarse un frankfurt o una bebida o fumarse un pitillo. De hecho, Miley tuvo que notar la apatía del público porque después de la canción dijo “Vale, ahora voy a cantar lo que realmente os interesa y voy a pasar ya de esta mierda de los Beatles” (Beatles shit, literal). Y pasó a cantar “Drive”, que nos gusta más. Amamos a Miley por ser tan sincera, aunque si sabe que no le interesa a nadie, ¿para qué lo canta?. ¿Solo porque como habla de LSD es molón?.

Hacia la mitad del concierto, cambió el set principal por uno más cercano a las gradas, un set más íntimo, con cuatro guitarras y cuatro focos. Empezó cantando una versión de Bob Dylan (“You’re gonna make me lonesome when you go”), que volvió a aburrir a sus fans aunque a ella le daba igual (y ella volvió a reconocerlo: “ya sé que la mayoría de vosotros quinceañeros no conocéis a Bob Dylan, pero a mi me importa una mierda”). Parece que sea una concesión para la crítica. Quiere vender que a parte de zorra del Pop, es una melómana y que conoce a los clásicos (Beatles, Bob Dylan, también hizo una versión de los Smiths, “There is a light that never goes out”) y para que los críticos de música Pangeas no se aburran ni le den muchos palos por su show moderno y trallero, canta esas canciones que les gusta a nuestros padres y así ven que puede ser una artista de verdad. Pero querida, ni a nosotros ni a tu target de quinceañeras, nos la cuelas con estos covers de “¡Qué Tiempo Tan Feliz!”.

Críticos
Público

Sí que nos ganó por completo (y, de hecho, fue el momento más álgido del concierto – hasta la traca final, la Santísima Trinidad, de “We Can’t Stop”/”Wrecking Ball”/”Party in the USA” –) con la versión del “Summertime Sadness” de Lana del Rey, con todo el público coreando como no había hecho hasta ahora (debe de ser triste que el momento más vivido de la noche sea con una canción que no es tuya). Después cantó “The Scientist” de Coldplay, que fue igualmente recibido con buenísimas vibraciones y para rematar el momento concierto de triunfita cantó “Hey Ya!” (con mucha menos energía que OutKast, pero es que ya ese estribillo es puro vicio) y “Jolene” de su madrina Dolly Parton (por cierto, parecido razonable que nos surgió en ese momento, ¿no se parece el estribillo de “Jolene, Jolene, Joleene, Joleeeeeneee” al de “Amor, amor, amor, amooooor” de Julio Iglesias?), que para nosotros fenomenal, porque muchas de esas canciones que versionó son clásicos instantáneos y los amamos, pero, ¿está bien que un artista haga tantos covers en sus conciertos?. 7 (u 8, si contamos ese pedazo sample tan notorio de “Stand by Me” en “My Darling”) en un setlist de 25 canciones, eso es casi un tercio del espectáculo dedicado a versiones de otros. ¿Falta de personalidad, de hits, de ideas?. ¿Su road manager es Noemí Galera?.

Así que dejando el aspecto de la polémica (que es esencial en esta Miley Circus, el personaje), el concierto fue, al fin y al cabo, disfrutable gracias a la retahíla de temas potentes (muy importante en un concierto, que haya suficientes hits o temas conocidos), una buena resolución vocal (un directo casi al 100%, bastante decente, casi sin desafines ni berridos… cosa que no podemos decir de otros artistas a los que hemos visto en directo… por ejemplo una de la que hemos hablado, y mucho, durante este artículo) y una gran escenografía (ese lobo gigante hipnotizador, el tobogán lengua del principio o la salchicha-alfombra voladora o la pirotecnia en plan 4 de Julio de «Party In the U.S.A.», que no «in Spain», ya que al mismo momento La Roja fue vapuleada con un 5-1 por parte de Holanda, aunque eso a la gente que había ahí agolpada poco le importaba).

Así que Circus, cariño, amamos «Bangerz», de verdad, es el disco que verdaderamente quiso hacer (y debió haber sacado) Britney Spears el año pasado, pero, asúmelo, no eres Madonna (vintage). Renovarte o morir.

«¿Que qué nota le pondría a mi talento?». «¿Eso es un cero?». «No, es una vagina».

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